Queridos papás, ¿alguna vez se pusieron a pensar cuán importante es el ejemplo que damos a la hora de enseñarles a nuestros hijos?
En 1996 el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma, Italia, en el laboratorio de neurofisiología produjo un descubrimiento casual que derivó en un gran descubrimiento, “las neuronas espejo”.
Las neuronas espejo son un grupo de células que parecen estar relacionadas con los comportamientos empáticos, sociales e imitativos.
La misión de estas células es reflejar la actividad que estamos observando. Se activan cuando ejecutamos una acción determinada, y también cuando observamos a otro individuo realizando esa misma acción. Permiten “reflejar” la acción de otro en nuestro propio cerebro, de ahí su nombre.
La Neurociencia supone que estas neuronas desempeñan una función importante dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía ―capacidad de ponerse en el lugar de otro― y la imitación ―fundamental en los procesos de aprendizaje―.
Por eso, en el periodo de aprendizaje de las conductas y las respuestas emocionales, se requiere de la observación y la imitación de las reacciones de quienes nos rodean, las cuales acaban configurando nuestra propia experiencia. (Dr. Javier Martínez Dearreaza.)
Dicho esto, pensemos en lo determinante que pasan a ser las conductas de los padres frente a sus hijos en el proceso de aprendizaje. Podemos hablar de las enseñanzas cognitivas hasta las ético-morales.
Frases tales como «no entendes nada», «no vas a llegar a ningún lado», «sos vago como tu padre», etc., estarán condicionando el aprendizaje a nivel del conocimiento de si mismos.
Conductas del tipo, «decile que no estoy», «sacale uno más y no se lo pagues que no pasa nada», «hace la tuya, no importa lo que le pase al otro», etc. lo van a moldear en su aspecto ético-moral.
El proceso de aprendizaje para un ser humana abarca toda su vida, pero los primeros años son los más importantes y debemos prestar especial atención no solo a lo que les decimos sino también a lo que hacemos.
Como seres humanos somos falibles y cometemos errores. El problema fundamental no radica en equivocarse sino que hacemos a partir de darnos cuenta del error ya que si lo reconocemos y restauramos la situación, no solo estaremos haciendo lo correcto, sino que trazaremos el camino para que nuestros hijos aprendan a salirse del error.
Conscientes de la importancia que tienen nuestras conductas sobre las vidas de nuestros semejantes, especialmente la de nuestros hijos, procuremos revisar nuestras conductas para afectar a los otros de manera positiva, abriendo paso no solo a la posibilidad de construir una familia mejor, sino una sociedad más justa.